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Ramón Verea, el inventor de la calculadora mecánica

Ramón Verea ha pasado a la historia como el inventor de la calculadora. Además de su faceta de inventor, este gallego nacido en el año 1833 en San Miguel de Curantes, en La Estrada (Pontevedra), fue ingeniero, periodista y escritor. Desde joven destacó por sus habilidades en mecánica, mención aparte de su brillante inteligencia y su vocación intelectual. Tras su paso por la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Santiago de Compostela y de su breve estancia en el Seminario Conciliar de Santiago emigró a Cuba. En 1855 trabajó como maestro en la isla caribeña y empezó a coquetear con el periodismo. Por aquel entonces, además de colaborar con el periódico cubano El Progreso, del que llegó a ser su director, publicó dos novelas: La cruz de Cobblestone y Una mujer con dos maridos. Pero su interés y su pasión por la mecánica no quedaron olvidados y en el año 1863 vio la luz su primer ingenio destacado: una máquina de plegar periódicos.

En 1865 Ramón Verea se mudó a vivir a Nueva York aprovechando el inglés aprendido en Cuba. En la ciudad norteamericana intentó patentar su invento de máquina plegadora, pero la falta de financiación lo llevó a vender el invento. En el año 1867 regresó a Cuba, donde creó una empresa importadora de tecnología. Es en el año 1874 cuando le surge la idea de desarrollar un aparato para calcular equivalencias a partir de su nuevo trabajo como cambista entre Nueva York y La Habana. Con esa idea, Ramón Verea vuelve a Nueva York para crear una empresa especializada en la compra de inventos y máquinas. Todo ello sin olvidar su vena periodística, ya que poco después de su llegada a la ciudad neoyorquina, el inventor se puso al mando del primer periódico editado en castellano en los Estados Unidos: El Cronista.

En el año 1887 el ingeniero gallego logra uno de sus sueños: consigue la patente en Estados Unidos de su máquina de calcular. La máquina de Ramón Verea se registró con la patente número 207.918, a la que llamó Verea Direct Multiplier. Su máquina, diseñada en hierro y acero, con poco más de veintiséis kilos de peso, tenía la capacidad de calcular las principales operaciones aritméticas (sumas, restas, multiplicaciones y divisiones) con cifras de hasta nueve dígitos. La innovación de su máquina era que realizaba las multiplicaciones directamente, con un solo movimiento mecánico, cuando hasta entonces esas operaciones se calculaban mediante la repetición de sumas. La potencia de la máquina de Ramón Vera era tal que podía calcular la operación 698.543.721 × 807.689 en tan solo veinte segundos, algo inalcanzable, hasta ese momento, en aquella época.

Sin embargo, aun siendo galardonada la máquina en la Exposición Mundial de Inventos de 1878 en Matanzas (Cuba), y llegando a protagonizar un artículo en la prestigiosa revista Scientific American, solo se llegaron a producir tres ejemplares y nunca se valoró su desarrollo a gran escala.

Para Ramón Verea su invento era una demostración de la capacidad de la ingeniería española, comparable a la de los países más desarrollados. Sin embargo, este sí que captó la atención de ingenieros, científicos e inventores. Algunos de ellos desarrollaron nuevas versiones de calculadora de Ramón Verea hasta llegar a la calculadora que conocemos hoy en día.
En los años siguientes, Ramón Verea se centró en fundar y dirigir periódicos y revistas, así como imprentas. El periodismo constituyó su principal actividad a lo largo de sus distintos destinos (Galicia, Guatemala, Argentina) hasta su muerte en el año 1899, en Buenos Aires.

Su invento representó un antes y un después en la historia de la computación, hecho que fue reconocido con posterioridad a la muerte del ingeniero gallego. En 1930, la máquina de calcular de Ramón Verea pasó a formar parte del museo de la empresa International Business Machines (IBM) en White Plains, en la ciudad de Nueva York.

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