Artículo de la agencia EFE publicado en Vozpópuli el 18 de octubre de 2017. Haz clic sobre este enlace para ver el artículo original.
España se convertirá a mediados de siglo en el segundo país más envejecido de la OCDE, después de Japón, un fenómeno que agravará el preocupante escenario para la tercera edad y que amenaza sus avances en el terreno económico, en contra de lo que ha ocurrido en las últimas décadas.
Este es el panorama que dibuja la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en un informe presentado este miércoles en el que considera que los políticos tienen que actuar «urgentemente» para afrontar los retos que plantean este envejecimiento y la evolución del mercado laboral.
El proceso de envejecimiento general que se constata en el mundo desarrollado e incluso en buena parte de los países emergentes, va a ser particularmente agudo en España, donde la proporción de mayores de 65 años respecto a la población de 20 a 64 años pasará del 30,4% en 2015 (28% de media en la OCDE) al 75,5% en 2050 (53,2%).
Esa será la segunda tasa más elevada de los países miembros de la organización sólo por detrás de Japón (77,4%) y por delante de Italia(73,9%) o Portugal (72%), por no hablar de Alemania (63,7%), Francia(51,4%) o el Reino Unido (46,4%).
Financiación de pensiones
Esa evolución tendrá consecuencias directas en muchos aspectos, en especial sobre la financiación del sistema de pensiones, la mayor necesidad de cuidados a los mayores, y la posible escasez para cubrir la demanda de mano de obra.
Los autores del estudio subrayan que para España, debido a las carreras laborales irregulares (con menores periodos de cotización y menores derechos a una pensión), «será particularmente difícil garantizar una pensión decente» a las personas con bajo nivel educativo y a las mujeres.
El alto nivel de desempleo y de inactividad es, consecuentemente, uno de los grandes motivos de preocupación. A ese respecto, hacen notar que la tasa de desempleo sigue siendo el doble de la que había antes de la crisis, y que es muy superior entre los que tienen un bajo nivel de educación (26%) que entre los que disponen de estudios superiores (11%).
El mercado laboral
En paralelo, entre los jóvenes de 15 a 29 años, el porcentaje de «ninis» -ni trabajan ni están en el sistema educativo ni en proceso de formación- todavía se sitúa en el 22%, seis puntos porcentuales más que antes de la crisis.
En este contexto de dificultades de inserción laboral de los jóvenes, la fractura entre generaciones se ha agudizado más en España que en otros países de la OCDE: los ingresos del grupo de 60 a 64 años se han incrementado un 25% más que en el de 30 a 34 años, frente a una media del 13% en los 35 países miembros de la organización.
«La fractura entre generaciones se ha agudizado más en España que en otros países de la OCDE»
Pero el problema de la exclusión del mercado laboral afecta también a los activos de mayor edad, como lo pone en evidencia el porcentaje de los que tienen un empleo en el grupo de 55 a 64 años: un 49 % en España frente al 59 % de media en la OCDE.
Desde el estallido de la crisis financiera, la edad efectiva de jubilación, que había aumentado anteriormente, se ha estancado en torno a los 63 años, es decir por debajo de la edad legal. Por todos esos elementos, la organización considera fundamental favorecer el inicio de la vida activa con una transición «suave» entre el sistema escolar y el laboral, limitar el impacto de las pérdidas de empleo y luchar contra el paro de larga duración.
«Las desigualdades económicas y sociales entre los mayores corren el riesgo de agravarse conforme lleguen a la edad de jubilación»
Los autores del informe advierten de que en términos generales -no sólo para España- las desigualdades económicas y sociales entre los mayores corren el riesgo de agravarse conforme lleguen a la edad de jubilación las generaciones que han experimentado recorridos laborales más «irregulares».
El cambio se producirá a partir de los nacidos en los años 1960 y lo sufrirán sobre todo las personas con menor nivel educativo, cuya esperanza de vida es notablemente inferior: a los 25 años, casi 8 años menor que la de un joven con estudios universitarios.